‘La residencia’: una camisa blanca bien planchada
Ya desde los títulos de sus episodios y las menciones a ficciones similares en sus diálogos, nos encontramos ante una serie orgullosa de lo que es, consciente de su genealogía y cuyo fin es hacernos pasar un buen rato. No es poco


Mientras veía y disfrutaba La residencia, la última serie de Shondaland para Netflix, creada por Paul William Davies y estrenada el pasado jueves, me acordé de un vídeo. Uno de esos fragmentos de un programa de televisión español que cada cierto tiempo resucitan por obra y gracia de YouTube. Proviene de La noche de Hermida (Antena 3), de una entrega emitida el 2 de junio de 1993, el miércoles previo a las últimas elecciones generales que ganó Felipe González. Esa emisión comparte estrella invitada con La residencia: Kylie Minogue. Y también comparte el entorno político. Solo que si en el caso de la serie de Netflix, Minogue está actuando en la Casa Blanca durante una cena de Estado en la que ocurre un asesinato, en el vídeo del que hablo, la australiana está actuando ante la plana mayor del PP de entonces.
Si no lo han visto, merece la pena: Aznar, Rajoy, Cascos y Rato, junto a algunos periodistas (Pepe Oneto, Raúl del Pozo, Pilar Urbano), asisten impávidos al playback de la cantante de uno de éxitos de entonces: Better the Devil you Know. Mientras veía La residencia, fantaseaba con una ficción que contara un crimen en ese plató. Y ahora, sabiendo que es posible que La residencia renueve y la detective Cordelia Cupp, magníficamente interpretada por Uzo Aduba, vuelva a investigar otro caso, sueño con otros escenarios de relumbrón: el Vaticano, la gala de los Oscar, unos Juegos Olímpicos.
La residencia es, por supuesto, una serie pre-Trump v2. Aunque no se mencione, queda claro que el presidente ficticio de esta serie es demócrata, y no solo porque esté casado con un hombre (gais republicanos haberlos haylos, pero difícilmente llegarían al 1600 de la Avenida Pensilvania). El tono de la serie y su humor no se plantearían de cero en la tesitura política en la que estamos en la actualidad. Ahora hará a muchos pensar que lo peor que puede ocurrir en la Casa Blanca no es lo que cuenta, sino lo que vemos en las noticias. No obstante, La residencia trasciende a esta coyuntura apelando a su género, el clásico whodounit, lo cual la convierte en atemporal como una camisa blanca. Ya desde los títulos de sus episodios y las menciones a ficciones similares en sus diálogos, nos encontramos ante una serie orgullosa de lo que es, consciente de su genealogía y cuyo fin es hacernos pasar un buen rato. No es poco.
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